sábado, noviembre 01, 2008

El juez y el láudano

Alterado elevo el informe número 700 – aunque podría ser cualquier número, uno indefinido y abstracto- a cualquier liga que quiera leer:


Primer principio:

Estaba frente a un juez obtuso, indirectamente me ofreció una sustancia alucinógena, dije que no. Empezó la frase de esta manera:- La figura de la semblanza en el tarot muestra a una mujer sosteniendo dos copas, una azul, la otra roja...-

Rápidamente me fijé en mi bolsillo: mi pequeña, antigua y auxiliadora botella de láudano se mantenía intacta. Estaba intacta.

El juez repitió solemnemente:- En esta persona TODO ES LEGAL... TODO ES LEGAL-.

Extasiado intentaba mantener mi mandíbula quieta, se movía, chisporroteaba hacia los lados, mi cognición intentaba decir una frase digna de angustia lacaniana general.

Mi botella, en el bolsillo, se pasaba de dedo en dedo. El juez repetía infamias, no se comprendía bien lo que quería decir.

Apareció un testigo. No abrió la puerta ni nada, apareció solamente como aparece una ventana en este relato que daba a una ciudad en ruinas, toda oxidada y macilenta.

El testigo lloraba por un amor platónico que desapareció, se escuchaba a lo lejos “rayos y centellas” y una voz chillona que reía. En un rincón un gnomo salía del closet, veía lo real y se metamorfoseaba en macho dominante.

El juez repitió:- TODO LEGAL TODO LEGAL...-

Una Venus apareció travestida de agente de policía, cantaba una canción corroída de los ochentas, se le notaba en su piel algo de cacatúa, de microespecie maloliente.


Segundo principio:

El láudano sinestésico entraba en mis entrañas. Empezaba la contracción del espacio. La jugada era simple pero visceral.

El juez tiraba el tarot, empezaba a describir el loco. Una serpiente se desprendía de su cuerpo, una moralina barata. Se escuchaban canciones de iglesias: “Dios es amor, la Biblia lo dice...”. Un judío, que también aparecía como el testigo (en el relato), se cortaba el pene y gritaba “¡Soy feliz!¡Soy feliz!”.

En el piso había millones de profilácticos llenos de parafina, caramelos azules y violetas, tabletas de clonazepam, rivotril, alplax.

Mi cuerpo se tiraba en el piso y empezaba a hacer angelitos. El juez me miraba con cara inquisidora (cara medieval) y gritaba:- ES DEMASIADO LEGAL DEMASIADO LEGAL-

Miraba a mi cuerpo, no me miraba a mí, yo estaba con mi botella de láudano sinestésico en un baño todo pintado con stencils.


Tercer principio:

Interludio fatal. El juez desaparece. Sólo queda la ciudad oxidada y decadente, mi cuerpo anestesiado, yo en un baño con la botella de láudano. Las cartas de tarot están diseminadas por la Plaza Miserere. Un perro destruye lo que queda de las bolsas de basura, rotas anteriormente por los cartoneros.

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