domingo, noviembre 04, 2007

Eclipse

Al bar Eclipse se entra solo. Aparece en el momento en que uno desborda el territorio de su ciudad y abre, en la frontera, un hueco en el aire.
La sala de recepción es un salón muy amplio, con sillones y puffs. Todo en blanco, todo muy minimalista. Al fondo del salón un barman regala pipas narguile con alguna sustancia alucinógena aún no descubierta por el hombre.
A la derecha hay una puerta gigante de color azul con un cartelito de neón verde que reza salida. A la izquierda, un hueco de un metro de largo donde se ve un túnel completamente oscuro que desciende (uno se da cuenta de eso por unas pequeñas luces violetas en el piso).
La recepción es simple: preguntan por el nombre. Uno dice cualquier nombre y entra. En el salón blanco hay muchas personas sentadas que charlan amenamente mientras comen comidas frías y fuman de sus pipas de agua. Uno pide una pipa, un poco de comida y se sienta a esperar. Una chica vestida de negro en rollers le trae a uno lo que pidió. Uno tímidamente le da una propina pero ella dice que es regalo de la casa. Del túnel de la izquierda sale un hombre con todas las ropas desgarradas, escupe sangre. Dos patovicas lo sacan afuera del bar.
Se acerca alguien. Es un adolescente de unos 18 años y dice que uno llegó justo a tiempo. se sienta al lado y comienza a contar historias... simples, tontas. Uno le hace preguntas y él responde no séeeeeee alargando la e y abocinando la voz, después se ríe y sigue contando su historia como si nadie hubiese hecho una pregunta.
Suena un timbre. El barman desaparece por una puertita de servicio. Aparecen dos drag queens, lo abrazan a uno, lo besan y con unos gritos juntan a todas las personas que están en el salón blanco. Son aproximadamente doscientos hombres piensa uno. El cartel verde de neón se apaga.
Los drags empiezan a dar un discurso: Sin ustedes nosotros no seríamos nada y cosas así. De vez en cuanto hacen algún chiste con alguno del público, algún chiste medio pícaro. La gente se ríe y parece estar satisfecha. Uno no tanto.
Las puertas azules se abren lentamente. Se comienza a entrever un pelotero gigante y al fondo una pileta olímpica llena de caramelos, chupetines, chocolates, confites... Todo está lleno de globos, los colores brillan.
Del túnel sale otra persona gritando ¡no puedo más, es demasiado!. Tiene las cuencas de los ojos vacías, está completamente desnudo y su pene está muy colorado, como si estuviese a punto de estallar. Los dos patovicas lo sacan del bar.
Los drags dicen que llegó la hora. El adolescente lo agarra a uno de la mano, le da un beso en el cachete y dice cariñosamente ¿vamos?. Uno tiene miedo. ¿Por qué tanto, tan gratuitamente?
Uno acepta, casi sin saber por qué, y termina en el pelotero gigante teniendo sexo con el chico. Los drags están en una cabina a ocho metros de altura observando todo y pasan música trance. Las camareras en rollers se pasean alrededor de la pileta observando que todo esté bien.
Uno se tira en la pileta y comienza a nadar, de vez en cuando para a comer alguna golosina. Descubre que las golosinas están puestas por sectores: a los cinco metros los chupetines, a los diez los caramelos masticables y así. Cuando uno llega a los cuarenta se da cuenta de que es muy difícil avanzar, el material se volvió denso, pesado. Uno abre un poco la boca, deja entrar líquido y se da cuenta de que es chocolate, chocolate derretido que como arena movediza lo va hundiendo a uno en la parte más profunda de la pileta. Por suerte, una chica con rollers lo saca y le dice a uno que tenga cuidado, que estuvo a punto de irse a las profundidades.

No hay comentarios.: